En estos meses con la pandemia pasamos por muchas fases, primero la espera, luego la desilusión, a continuación, la soledad.
Eso es lo que viven los ancianos en las residencias, sin ese beso o abrazo, sin ver a los suyos, o personas que viven solas sin poder comunicarse, la soledad es la única compañera, y poco a poco nuestro cerebro olvida cosas.
Por ejemplo, yo siempre me asomaba a la ventana y ahí un árbol frente a mi ventana, me gustaba mirar hacia la copa, y a la vez el cielo, me inspiraba naturaleza, y vida, me apetecía ir a la montaña, al campo con un rio sonando.
Poco a poco perdí ese sentimiento de libertad, ya no me inspira nada está vacío, mi hija y yo estamos confinadas por propia voluntad, yo sigo comprando y para casa, llevo meses así, y Vanessa mira la calle a través de la ventana, ella es de alto riesgo así que yo me tengo que cuidar para ella, pero las dos vamos perdiendo eso, disfrutar de ir a cualquier sitio, a Vanessa le gusta ir al campo, visitar castillos, le gusta la historia y visitar todo lo que a ella le cuente su historia, pues hemos perdido toda esa ilusión y si nos pasa eso no me quiero imaginar en las residencias postrados en una silla o una cama viendo el día y la noche sin poder dar ese beso esa visita que tanto les ilusiona, da pena mucha pena.